El misterio de la Gran Pirámide by Jordi Sierra i Fabra

El misterio de la Gran Pirámide by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra [Sierra i Fabra, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T00:00:00+00:00


14

Los habitantes ocultos

Durante una fracción de segundo, David sintió que caía, y un frío glacial le inundó la columna vertebral. En ese instante, pensó en sus papás. Luego, casi al momento, sintió la mano de Ixchel.

Firmemente sujeta a la suya.

Dispuesta a no soltarlo.

—¡David, aprieta fuerte!

La chica también se había desplomado hacia atrás, por lo que la linterna estaba en el suelo. Ixchel sostenía a David como si su mano fuera una poderosa tenaza. Por encima de su cabeza, se veía el débil resplandor de la linterna, que por fortuna no se había roto al caerse. Sin embargo, las sombras los envolvían casi por completo.

—¡Ixchel! —gimió David muy asustado.

—¿Puedes apoyar los pies en alguna parte?

Lo intentó, pero solo había vacío a su alrededor.

—¡No!

—¡Dame la otra mano!

La tendió hacia arriba, y encontró la de su compañera. Pensó que ella no tendría la fuerza suficiente para jalarlo y ponerlo a salvo.

—Ahora no te muevas —jadeó ella.

David contuvo la respiración. Pensó que, fuera como fuera, iba a caer, y que eso sería una terrible jugarreta del destino. Luego se dio cuenta de que Ixchel estaba consiguiendo retroceder. La chica llegó al límite de sus fuerzas.

—Inténtalo, David, ¡inténtalo!

Dejó libre su mano derecha, y casi gritó de alegría al ver que podía sujetarse de la piedra.

—¡Ya está!

Justo a tiempo.

Ella le soltó la izquierda en ese momento.

David quedó colgado de sus manos.

—¿Listo? —oyó decir a Ixchel, que se había arrodillado al borde del agujero.

David hizo un gran esfuerzo. Flexionó los brazos y ganó altura. Su cabeza llegó a ras de suelo y entonces notó cómo, con medio cuerpo fuera, Ixchel tiraba de él hacia arriba, sujetándolo de la camisa, primero, y de los pantalones, después.

El resto fue mucho más fácil.

Con un último impulso salió del agujero.

Quedaron los dos jadeando, frente a frente, apoyados en las paredes del pasadizo. La linterna estaba a un par de metros, iluminando al otro lado, lo cual daba a sus siluetas una apariencia fantasmal. Ixchel acabó levantándola.

Iluminó el agujero abierto a sus espaldas.

No se veía el fondo.

—Puede ser un cenote —dijo ella—. Ya sabes, un pozo de agua.

—Tenemos que seguir —David señaló la linterna, temiendo cada vez más que se quedara sin pilas—, pero sin correr.

—No hace falta decirlo —suspiró ella—. Lo siento mucho. Fui imprudente.

—No fue tu culpa.

Reanudaron el camino. A lo largo de los primeros metros, los chicos exploraron lentamente. Ixchel presionaba con la punta del pie cada losa antes de confiar en ella. Poco después, las losas desaparecieron de la senda y el pasadizo cambió, haciéndose mucho más grande.

—Es imposible que aún estemos dentro de la pirámide —reflexionó Ixchel—. Avanzamos en línea recta sin parar.

—Entonces, tarde o temprano, llegaremos al exterior, ¿no? —dijo David esperanzado.

—¡Mira!

La linterna iluminó varias inscripciones y dibujos. No parecía que fueran antiguos, porque tenían colores muy vivos.

—¿Entiendes algo? —Quiso saber David.

—No, pero claramente se trata de la vieja lengua de estas tierras.

Las inscripciones y los dibujos continuaron a lo largo de un centenar de metros, siempre en línea recta, aunque el pasadizo ya no descendía.



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